Esas personas olvidaban que, muchas veces, las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. En lugar de aprovechar las dificultades del campo para probar su entereza, juzgaban errónea su situación, un paréntesis inconsistente del destino. Preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado.