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En una situación anormal, una reacción anormal constituye una conducta normal.
impertérrito,
La apatía, la anestesia emocional y la sensación de que a uno ya no le importa nada eran los síntomas característicos de la segunda fase de las reacciones psicológicas de los internados del campo y, de hecho, permitían que estos pudieran permanecer impasibles ante los sufrimientos diarios.
Comprendí que un hombre despojado de todo todavía puede conocer la felicidad
De modo que cada hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser —espiritual y mentalmente— y conservar su dignidad humana.
El hombre que se dejaba vencer por la ausencia de futuro ocupaba su mente con pensamientos retrospectivos. Ya me he referido a la tendencia a refugiarse en el pasado para apaciguar el horror del presente haciéndolo menos real. Pero despojar al presente de su realidad acarrea ciertos riesgos. Aplacado por esa irrealidad, el prisionero dejaba de realizar acciones positivas en el campo de concentración, y esas oportunidades eran reales, existían de verdad.
Esas personas olvidaban que, muchas veces, las circunstancias excepcionalmente adversas otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo. En lugar de aprovechar las dificultades del campo para probar su entereza, juzgaban errónea su situación, un paréntesis inconsistente del destino. Preferían cerrar los ojos y refugiarse en el pasado.
«La vida es como visitar al dentista. Siempre crees que lo peor aún está por llegar, cuando en realidad ya ha pasado».
LA PREGUNTA POR EL SENTIDO DE LA VIDA
Lo que se necesita urgentemente en tal situación es un cambio radical de nuestra actitud frente a la vida. Debemos aprender por nosotros mismos, y enseñar a los hombres desesperados, que en realidad no importa lo que esperamos de la vida, sino que importa lo que la vida espera de nosotros. Hablando