Santiago

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Fernanda no la dejó pasar de la puerta. —Póngase en mi lugar —suplicó Petra Cotes—. Imagínese cuánto lo habré querido para soportar esta humillación. —No hay humillación que no la merezca una concubina —replicó Fernanda—.
Santiago
CÁLLATE FERNANDA
Cien años de soledad
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