La verdad era que Úrsula se resistía a envejecer aun cuando ya había perdido la cuenta de su edad, y estorbaba por todos lados, y trataba de meterse en todo, y fastidiaba a los forasteros con la preguntadera de si no habían dejado en la casa, por los tiempos de la guerra, un San José de yeso para que lo guardaran mientras pasaba la lluvia.