Miró a los grupos de curiosos que estaban frente a la casa y con su antigua voz estentórea, restaurada por un hondo desprecio contra sí mismo, les echó encima la carga de odio que ya no podía soportar en el corazón. —¡Un día de estos —gritó— voy a armar a mis muchachos para que acaben con estos gringos de mierda!