Santiago

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—No entre, coronel —le dijo—. Usted mandará en su guerra, pero yo mando en mi casa. El coronel Aureliano Buendía no dio ninguna muestra de rencor, pero su espíritu sólo encontró el sosiego cuando su guardia personal saqueó y redujo a cenizas la casa de la viuda.
Cien años de soledad
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