Santiago

76%
Flag icon
—Adiós, Gerineldo, hijo mío —gritó—. Salúdame a mi gente y dile que nos vemos cuando escampe. Aureliano Segundo la ayudó a volver a la cama, y con la misma informalidad con que la trataba siempre le preguntó el significado de su despedida. —Es verdad —dijo ella—. Nada más estoy esperando que pase la lluvia para morirme.
Cien años de soledad
Rate this book
Clear rating
Open Preview