Juan Manuel Solano

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Se iba apoderando de mí: la inquietud, la soledad. ¿Qué me ocurría? Me tomé el pulso. Era normal. Soplé el café y me lo tomé: estaba bueno. Me escruté, noté que los dedos interiores me palpaban y rebuscaban, pero sin alcanzar del todo lo que me molestaba dentro.
Pregúntale al polvo
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