–Dios sabe la verdad de todo –respondió Sancho. Y como él sabía que la transformación de Dulcinea había sido traza y embeleco suyo, no le satisfacían las quimeras de su amo, pero no le quiso replicar, por no decir alguna palabra que descubriese su embuste. En estas razones estaban, cuando los alcanzó un hombre que detrás dellos por el mismo camino venía sobre una muy hermosa yegua tordilla,12 vestido un gabán de paño fino verde, jironado de terciopelo leonado,13 con una montera del mismo terciopelo; el aderezo de la yegua era de campo y de la jineta,14 asimismo de morado y verde; traía un
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