Denme a mí que Quiteria quiera de buen corazón y de buena voluntad a Basilio, que yo le daré a él un saco de buena ventura: que el amor, según yo he oído decir, mira con unos antojos33 que hacen parecer oro al cobre, a la pobreza, riqueza, y a las lagañas, perlas. –¿Adónde vas a parar, Sancho, que seas maldito? –dijo don Quijote–. Que cuando comienzas a ensartar refranes y cuentos, no te puede esperar sino el mesmo Judas que te lleve.34 Dime, animal, ¿qué sabes tú de clavos, ni de rodajas, ni de otra cosa ninguna?

