De esta hermosura, y no como se debe encarecida de mi torpe lengua, se enamoró un número infinito de príncipes así naturales como estranjeros, entre los cuales osó levantar los pensamientos al cielo de tanta belleza un caballero particular que en la corte estaba, confiado en su mocedad y en su bizarría y en sus muchas habilidades y gracias, y facilidad y felicidad de ingenio.

