Ahí tienes a mi compadre Sabas con una casa de dos pisos que no le alcanza para meter la plata, un hombre que llegó al pueblo vendiendo medicinas con una culebra enrollada en el pescuezo. —Pero se está muriendo de diabetes —dijo el coronel. —Y tú te estás muriendo de hambre —dijo la mujer—. Para que te convenzas que la dignidad no se come.

