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March 29 - March 31, 2025
La humanidad no progresa de balde.
«Desde que hay censura los periódicos no hablan sino de Europa», dijo. «Lo mejor será que los europeos se vengan para acá y que nosotros nos vayamos para Europa. Así sabrá todo el mundo lo que pasa en su respectivo país».
—Será cuestión de siglos. —No importa. El que espera lo mucho espera lo poco.
—Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel.
—La ilusión no se come —dijo ella. —No se come, pero alimenta —replicó el coronel—.
Lo peor de la mala situación es que lo obliga a uno a decir mentiras.
El coronel comprobó que cuarenta años de vida común, de hambre común, de sufrimientos comunes, no le habían bastado para conocer a su esposa. Sintió que algo había envejecido también en el amor.
—Estoy cansada —dijo la mujer—. Los hombres no se dan cuenta de los problemas de la casa. Varias veces he puesto a hervir piedras para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días de no poner la olla.
Ahí tienes a mi compadre Sabas con una casa de dos pisos que no le alcanza para meter la plata, un hombre que llegó al pueblo vendiendo medicinas con una culebra enrollada en el pescuezo. —Pero se está muriendo de diabetes —dijo el coronel. —Y tú te estás muriendo de hambre —dijo la mujer—. Para que te convenzas que la dignidad no se come.
«Cuando se va a vender una cosa hay que poner la misma cara con que se va a comprar».
«Y mientras tanto qué comemos», preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía. —Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: —Mierda.

