¡PROBABLE! ¡PROBABLE! ¡PROBABLE! Apenas existía un adulto que no lo hubiese visto. Era una leyenda. Aun después de tantos años, era un nombre que superaba cualquier otra lealtad. Se hablaba de él a los nietos. Se les contaba cómo había sangrado en el suelo y a lo mejor que el abuelo mojó el pañuelo en el charco y lo guardó como recuerdo.