—Y, para ser precisos —dijo Gorrin—, ya no hay más, bueno, reglas, ¿verdad? —No, señor Gorrin, ya no están sometidos a las reglas del fútbol. —Gracias por aclararlo, señoría, y permita de paso que le dé las gracias en nombre del Deportivo por el modo en que ha manejado los escabrosos acontecimientos de esta jornada. Dicho eso, dio media vuelta y le pegó un puñetazo en plena cara a Andy. El señor Gorrin era un hombre afable, pero años de levantar un cerdo muerto con cada mano significaban que su puño era algo que hasta la gruesa piel de Andy debía tener en cuenta.