Sí, sí. Pero quiero decir poco a poco, como si no tuvieras prisa por llegar y no te importase —dijo—. Imagina que eres un ave en el aire, un pez en el mar. Luce el mundo. —Ah, vale —dijo Juliet, y arrancó de nuevo. Para cuando hubo cruzado media sala por segunda vez, Pepe se había echado a llorar. —¿Dónde ha estado? ¿Dónde le enseñaron? —chilló, mientras se daba una palmada en las mejillas con ambas manos—. ¡Tienes que contratarla ahora mismo!