No irá a causarle problemas al señor Huebo, ¿verdad? —dijo—. Porque si lo hace, señor Ottomy… —se inclinó hacia delante— nunca más se sabrá de usted. —No debería amenazarme así —dijo el cancelero. —Tiene razón, no debería —dijo Glenda—. Tendría que haber dicho que nunca más se sabrá de ti, pedazo de imbécil falso y miserable. Ve a chivarte al archicanciller y verás lo bien que te va.