Abrrió la puerta, señorr Huebo. Usted crree que no, perro lo hizo. Y ahorra es muy imporrtante que la vuelva a abrirr. —Pero ¡lo que hay detrás de la puerta está mal! Los dos curiosos estiraron el cuello para oír mejor. —Nada está mal. Nada en absoluto está mal. En el pasado, abrrió la puerrta con la imprrudencia de la infancia. Ahora, para comprrenderr la puerrta, debe abrrirrla con la sabidurría del adulto. Abrra la puerrta, señorr Huebo, y yo le acompañarré hasta ella.