¡No, no, no!, chilló la voz de Glenda en su propia cabeza, ¡eso no! No era lo que yo quería. ¿Ah, no? ¿Entonces qué me creía que estaba haciendo, dándole la misma tabarra de siempre? ¡Ella me hace caso, y a mí no se me ocurre otra cosa que darle buen ejemplo! ¿Por qué? Porque quiero protegerla. Es tan… vulnerable. Oh, cielos, le he enseñado a ser yo, ¡y hasta eso lo he hecho mal!