Naird

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Parece una mujer sensata —dijo el hombre que no tenía nada contra los enanos. —Es una vampira —replicó Glenda con malicia. —Nada contra los vampiros, siempre que se ocupen de sus asuntos —dijo la señora de las pastas de almendra, que en esos momentos andaba ocupada lamiendo algo asquerosamente rosa—. Hay una trabajando en la carnicería kosher de mi calle y es un encanto de chica.
El atlético invisible
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