Naird

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Vetinari deja entrar a cualquiera hoy en día —comentó otro pasajero—. No me oiréis una mala palabra sobre los enanos… —Bien —dijo una voz a su espalda. El hombre se hizo a un lado y Glenda vio al enano que tenía detrás. —Perdona, amigo, no te había visto, como sois tan chiquitos
El atlético invisible
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