Naird

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¡Se comen viva a la gente! —exclamó Ottomy. —También lo hacían los trolls —dijo Glenda—. Hay que reconocer que luego los escupían, pero no en muy buenas condiciones para disfrutar de la vida. Antes combatíamos contra los enanos y cuando te talaban a la altura de las rodillas no era ninguna broma. Sabemos, señor Ottomy, que el leopardo puede cambiar de pantalones. —Olisqueó—. Y a lo mejor sería buena idea que usted hiciera lo mismo. Si me entero de que ha causado algún problema, me va a oír. Allí arriba es el archicanciller. Aquí abajo, en la oscuridad, es la cubertería.
El atlético invisible
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