Lo siento. Glenda dio un paso atrás. ¿Cómo empezar?, se preguntó. ¿Cómo desmadejarlo y después reenmadejarlo mejor porque se había equivocado? Juliet no solo se había paseado de un lado al otro con cierta ropa puesta: se había convertido en una especie de sueño. Un sueño de ropa. Brillante, vivo y tentadoramente posible. Y en el recuerdo que Glenda tenía del pase de modelos, Juliet resplandecía literalmente, como si estuviera iluminada desde dentro. Era una especie de magia y no debería estar haciendo empanadas. Carraspeó.