Pero dejamos de participar en eso hace años —dijo Ridcully—. Turbas en las calles, repartiendo patadas, puñetazos y gritos… ¡y esos eran los jugadores! ¡Ojo, los espectadores eran casi igual de malos! ¡Había centenares de hombres por equipo! ¡Un partido podía durar días! Por eso se le puso fin.