Un par de magos licenciados estaban trabajando en el varadero de la universidad, allí cerca. Uno de ellos la miró y dijo: —¿Tiene autorización para pasear por los jardines de la universidad, señora? —No, el personal de la cocina lo tiene terminantemente prohibido —respondió Glenda. Los estudiantes se miraron. —Ah, vale —dijo uno. Y eso fue todo. Así de fácil.