Allí, hasta el escritorio estaba despejado, a excepción de un frasco de plumas, un tintero, un ejemplar abierto del Ankh-Morpork Times y —su ojo permaneció clavado en ella, incapaz de desviarse— una taza con el mensaje «Al mejor jefe del mundo». Estaba tan fuera de lugar que podría haber sido una intrusión procedente de otro universo.