Naird

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La cara de Trev estaba bañada en lágrimas. Inmisericorde, Glenda lo miró a los ojos. —¡Probable! ¡Probable! —Pero… ¡mi difunta madre! —lloró Trev. Entonces Juliet se acercó, lo besó y, por un instante, las lágrimas fueron de plata. —¿Probable? Trev abrió y cerró las manos durante un rato mientras el cántico continuaba, y luego hizo un gesto parecido a un encogimiento de hombros. Entonces sacó su maltratada lata del bolsillo de la chaqueta y se la dio a Glenda, antes de volverse de cara al campo una vez más. —Lo siento, mamá —dijo, mientras se quitaba la chaqueta—, pero el fútbol es así. Y ni ...more
El atlético invisible
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