Mire, señorita, el otro día vino a verme y me dijo que una vez había visto a un herrero y que si podía probar. En fin, ya conoce las órdenes de la señora, de modo que le di un poco de metal y le enseñé el martillo y las tenazas, y en un santiamén se puso a batir el hierro con una voluntad de… bueno, ¡de hierro! Fabricó un cuchillito la mar de apañado, muy bien hecho. Piensa en las cosas. Se le nota en ese jetillo feo que está dándole al coco. ¿Había conocido a un trasgo antes?