Las tiendas enanas marchaban viento en popa últimamente, sobre todo porque entendían la primera regla de la mercadotecnia, que es la siguiente: yo tengo artículos en venta y el cliente tiene dinero. Yo debería tener ese dinero y, por desgracia, eso conlleva que el cliente tenga mis artículos. Con ese fin, en consecuencia, no diré: «El del escaparate es el último que nos queda y no podemos vendérselo, porque entonces nadie sabría que los tenemos a la venta» ni «Es probable que nos lleguen más para el miércoles» ni «Es que nos los quitan de las manos» ni «Estoy harto de decirle a la gente que no
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