¿Y qué hay de ti? ¿Estás atrapado en el encantamiento de la seguridad, paralizado, sin arriesgarte por la causa de Dios? ¿O has sido liberado por el poder del Espíritu Santo del espejismo de la seguridad y la comodidad de Egipto? ¿Alguna vez dices como Joab: «…esforcémonos por nuestro pueblo… Y haga Jehová lo que bien le pareciere»? ¿O como Ester: «¡Y si perezco, que perezca!»?

