Cuando Dios nos encomienda trabajar como reflejos de su imagen, nuestras zanjas deben ser derechas, nuestras cañerías no deben gotear, las esquinas de nuestros armarios deben estar limpias, nuestras incisiones quirúrgicas deben ser prolijas, nuestra redacción, atractiva y exacta, nuestras comidas, nutritivas y apetitosas, porque Dios es un Dios de orden, belleza y competencia.

