Santiago

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En este inicio del tercer milenio, la destrucción de la vida ya no es un hecho bárbaro, sino un progreso de la civilización: la ley se escuda en el pretexto de un derecho a la libertad individual para dar al hombre la posibilidad de matar al prójimo. El mundo puede convertirse en un auténtico infierno. No se trata ya de decadencia, sino de una dictadura del horror, de un genocidio programado cuyos culpables son los poderes occidentales.
Dios o nada
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