Sería una falacia conceder a Dios el primer lugar en nuestra vida si nuestro cuerpo no se implica también en ello. Si no somos capaces de negar a nuestro cuerpo por amor a Dios no solamente el alimento, sino ciertos placeres y necesidades biológicas fundamentales, nos faltará disposición interior. Por eso, desde los inicios de la tradición cristiana, la castidad, la virginidad, el celibato consagrado y el ayuno se han convertido

