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Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con un hogar agradable y un temperamento feliz, parecía reunir muchas de las mejores bendiciones de la vida; llevaba viviendo cerca de veintiún años en este mundo sin nada apenas que la agitara o la molestara.
Ella sí que la apreciaría, ella la mejoraría, ella la separaría de sus malos conocidos y la introduciría en la buena sociedad; ella le inculcaría sus opiniones y sus maneras. Sería un empeño interesante, y, ciertamente, muy bondadoso: altamente adecuado a su propia situación en la vida, a su ocio, y a su capacidad.
Ah, claro! —exclamó Emma—, siempre es incomprensible para un hombre que una mujer rehúse alguna vez una oferta de matrimonio. Un hombre siempre se imagina que una mujer siempre está preparada para cualquiera que la pida.
hasta que se eche de ver que los hombres sean más filosóficos en cuanto a la belleza de lo que generalmente se supone que son; hasta que se enamoren de mentes bien informadas en lugar de caras guapas, una chica tan bonita como Harriet tiene la seguridad de ser admirada y buscada, de tener la posibilidad de elegir entre muchos y, en consecuencia, el derecho de ser exigente.
es solo la pobreza lo que hace despreciable la soltería a un público generoso.