De los compositores clásicos son Chopin y Schubert los que más me gustan. Ya sé que nuestro profesor de música tenía razón al calificar a Mozart de celestial, a Beethoven de sublime, a Gluck de único y a Bach de grandioso; lo sé. Bach me hace siempre el efecto de un tratado de teología en treinta tomos, que me deja abrumado. Pero Schubert y Chopin son tan terrenales como pueda serlo yo.