Tendido sobre la cama, con los ojos abiertos en la oscuridad. Podía oír gemidos intestinales procedentes de su costado izquierdo, allí donde los gases describen una curva cerrada al alcanzar el ángulo del bazo. Sentía la presencia de una masa de flema bamboleándose en su garganta, pero no quería levantarse de la cama para expulsarla, así que decidió tragarse aquella porquería, aquel amasijo resbaladizo y viscoso. Así era la textura de su vida. Si algún día alguien escribe su verdadera biografía, hallará que no es sino una crónica de punzadas causadas por los gases, palpitaciones cardíacas,
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