Era como un curioso período de vacaciones, o de regreso a la infancia. Ella sentía la caricia del sol en la cara y los brazos. Lo más normal es que se quedara allí sin hacer nada; a veces bordaba, o hacía juguetes de peluche para sus sobrinos. Un psiquiatra de Meaux le había recetado somníferos, y dosis bastante fuertes de tranquilizantes. De todos modos dormía mucho, y siempre tenía sueños felices y tranquilos; el poder del espíritu es enorme dentro de su propio reino. Michel se acostaba a su lado; le ponía una mano en la cintura y sentía cómo las costillas subían y bajaban con regularidad.
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