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Sorprendente, pero nada despreciable como literatura popular, es el Fausto gauchesco que publica en Buenos Aires, en 1943, el poeta argentino Estanislao del Campo.
Si detrás del primer FAUSTO están los delirios de grandeza de un ego agraviado por la fortuna, detrás del segundo no hay nada más, y nada menos, que una utopía capitalista y colonial.
Lo que poseo lo veo en la lejanía y lo que desapareció se convierte para mí en realidad.
Lo que brilla nació para el instante; lo auténtico permanece imperecedero en la posteridad3.
No es que, como se dice, la vejez nos haga niños, sino que nos alcanza siendo aún auténticos niños.
¿Es el pergamino una fuente sagrada de la que un sorbo saciará nuestra sed para la eternidad? No, no repararás tu sed si la bebida no brota de ti mismo.
¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices.
Lo que se hereda de los padres, has de ganarlo para llegar a hacerlo tuyo. Lo que no se utiliza se convierte en pesada carga; sólo lo que el instante crea puede ser usado por este.
Oigo el mensaje, pero me falta la fe.
Sólo es feliz aquel que puede dar.
El que ayuda recibe la ayuda de Aquel que ayuda desde arriba.
Lo que se necesita no se sabe, lo que se sabe no se puede usar.
Dos almas, ay, viven en mi pecho. Una quiere separarse de la otra. Una, con recio amor a la vida, se aferra al mundo sirviéndose de sus miembros prensiles; la otra se eleva con fuerza desde el polvo y va hacia los campos de los nobles antepasados.
FAUSTO Si llega el día en el que pueda tumbarme ociosamente, con toda tranquilidad, me dará igual lo que sea de mí; si entonces logras engañarme con lisonjas haciendo que me agrade a mí mismo, ese será para mí mi último día. En eso consistirá mi apuesta.
Quiero disfrutar dentro de mí de lo que ha disfrutado el conjunto de la humanidad
MEFISTÓFELES Eres, al fin y al cabo, lo que eres. Aunque te pongas una peluca con miles de rizos, aunque te pongas tacones de un codo de altura, seguirás siendo lo que eres.
¿Quién se ocupa de los locos? Cuando el hombre oye palabras, cree habitualmente que estas ofrecen materia para pensar.
Así es cómo un loco enamorado hace estallar el sol, la luna y las estrellas para la diversión de la amada.
quien se empeña en tener razón, si se apoya en la elocuencia, acaba teniendo razón.
A lo hecho, pecho, y sólo se podrá hacer lo que se pueda.
JARDINERAS Venid a este lugar ameno. Mas no pretendáis regatear,