¿Hay alguna tabla de salvación a la que agarrarse en este naufragio de ideas originales? Yo creo que sí. Y consiste en educar el gusto por lo insólito y sorprender a los lectores. Una de ellas es muy sencilla: se trata de crear un estado del alma que nos prepare para “ver” y “escuchar” de forma diferente a como lo hacemos cada día, ver y escuchar de forma periodística. A eso me refiero. En dos palabras: dejarse sorprender como un niño.

