Por eso el analista debe preguntarse, antes de ponerse a escribir, qué quiere demostrar a los demás. El mejor método consiste en resumir en unas líneas cuál es nuestro objetivo, por ejemplo: “pretendo demostrar que si no descubrimos un sustituto del petróleo en cincuenta años, nos veremos obligados a emplear energía nuclear”; “pretendo demostrar que mientras más dinero se pague a un futbolista, menos rinde”, o “que el sistema sanitario europeo es mejor que el norteamericano”. Y así podríamos definir cualquier hipótesis, y hasta las más audaces deberían plantearse en estos términos. Y después,
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