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Kindle Notes & Highlights
by
Carlos Salas
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September 21 - September 27, 2020
Uno se pregunta por qué la sequía siempre tiene que ser “pertinaz” y por qué las mujeres del tiempo anuncian en televisión que hay “nubes de evolución” (será “en movimiento”, pues la evolución suele ser un cambio de estado, no de posición).
“Un buen periodista no consigue noticias, las hace importantes.” Lo dijo Jackie Cooper, redactor jefe del inexistente Daily Planet, el periódico de Superman.
galimatías.
Uno de los titulares más chocantes que he leído en mi vida lo encontré en una revista de negocios americana. Trataba de explicar el éxito de Alka-Seltzer, los comprimidos efervescentes contra la acidez estomacal, y al reportero no se le ocurrió mejor forma que usar una composición alegre: “Blop-blop, fizz-fizz”. Es la onomatopeya del acto de dejar caer en un vaso de agua dos pastillas del medicamento que chisporrotean inmediatamente. Casi se podía oír ese titular.
Lo contrario sería la verdadera noticia. “Lo admito: fabricamos productos de mala calidad.” Si alguien es capaz de confesar esto, y de probar que sus productos se venden como churros, entonces podemos prestar oídos a sus consejos, porque quizá nos dé las claves de algo importante.
Cuanto más concreto sea un titular, mejor, es signo de claridad intelectual. “Canal 3 y Telefam incumplen el Código de Autorregulación.” Fatal. Desconocemos el código de autorregulación y tampoco tenemos ganas de aprenderlo, de modo que nos quedamos a oscuras. Sin embargo, esto suena mejor: “Canal 3 y Telefam emiten escenas para adultos en horario infantil”. Aquí hay más chicha, porque hemos ido directamente al corazón de la noticia.
Una buena serie de elementos de apoyo debe actuar como los tráileres de las películas: de un vistazo, nos hacemos una idea del largometraje gracias a una rápida sucesión de escenas. Chico quiere a chica; ella tiene enfermedad incurable; chico convence a médico especialista para que la salve; chica se enamora del médico; chico se enfada y comete crimen… Gracias a ese trailer tan sencillo, sabremos si nos apetece ir a ver ese filme o preferimos quedarnos en casa contemplando películas bélicas.
Una recién nacida de cuatro semanas, Saylor Kirkpatrick, se estaba muriendo. Yacía inmóvil en un hospital de Estados Unidos, conectada a una maraña de tubos y cables. Nacida en noviembre de 2003, padecía una grave enfermedad congénita del hígado y necesitaba un trasplante con urgencia.
es la entradilla, el arranque o el lead, y tiene que funcionar como un trailer de cine: presentar a un persona frente a un conflicto, o un grupo de personas ante un enigma.
Mientras se precipitaba a tierra a 2.500 metros por minuto en un avión F-16C, Chris Strickling, piloto de 31 años de los Thunderbirds de la Fuerza Aérea estadounidense, se percató horrorizado de que estaba a punto de estrellarse.
El inspector Pérez llegó aquella mañana a las nueve, colgó la americana y puso la cafetera a funcionar. Un día como todos si no hubiera recibido una llamada de teléfono: fue exactamente a las nueve y diez de la mañana y sonó así: “Hay una bomba en el centro comercial que estallará a las diez de la mañana”. Aquellos fueron los peores cincuenta minutos de su vida.
El interés de los lectores debe captarse en diez segundos. Y en el primer párrafo hay que dar con la bala en el corazón. En eso debe consistir el primer párrafo, y creo que esta ley debería aplicarse a cualquier escrito: reportaje, entrevista, opinión o análisis.
En jerga de Hollywood, el incidente incitador de la trama central es el gran gancho. Debe producirse de forma visible porque se trata del acontecimiento que incita y captura la curiosidad del público. La sed de conocer la respuesta a la principal pregunta dramática aferra el interés de los espectadores y lo mantiene hasta el clímax del último acto. (Robert McKee, El guión, Alba. Barcelona, 2003).
El truco más sencillo para un reportero consiste en imaginar una película de corta duración en donde pudiera responder a la pregunta de qué es lo más curioso de nuestra historia.
En menos de dos horas, Irina Markova ganó ayer en el torneo de Wimbledon a la campeona mundial Mari Jo Smith. La jovencísima Irina echó a llorar cuando lanzó su último golpe. Su entrenador saltó a la pista y la abrazó. Han sido quince años de esfuerzo y de entrenamiento, pero no en cómodas pistas bajo el sol de California, sino en duras pistas de cemento, en la lejana Siberia, donde, desde los cinco años, Irina comenzó a flagelarse con raquetas de tenis de segunda mano, en un pueblo cuya temperatura más suave en invierno es de 40 grados… bajo cero.
En resumen, y aunque no es una regla de oro, un reportaje debería ajustarse a esta fórmula: el primer párrafo actúa como anzuelo para captar la atención. Hay miles de formas de comenzar un reportaje. La mejor de todas es la que introduce un personaje, porque los lectores se identifican con la gente de carne y hueso, con los dramas personales. Debe exponer el núcleo del problema y recoger la esencia del titular. A partir de ahí, la historia camina por sí sola.
Una de las primeras cosas que se enseña en las clases de escritura creativa es a medir el tamaño de las frases, mejor dicho, a contar cuántos períodos hay en cada una. No se trata de medir con una regla sino con la respiración. El período es la palabra o el grupo de palabras que el autor ha puesto entre los signos de puntuación, entre la coma, el punto y coma o los dos puntos. Son pequeños descansos en la caminata de escribir y se llaman comas respiratorias. Con ello se pretende que las frases posean cierta estructura musical, que no sean monótonas y, aunque no sea una regla de oro, el hecho
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En mi opinión, un buen texto periodístico combina frases cortas y largas con la misma armonía que esas escenas de cine donde la sucesión de planos cortos y largos, ni uno más ni uno menos, nos hacen olvidar que estamos viendo una película. Demasiadas frases cortas demuestran pobreza intelectual, y el exceso de frases largas revela falta de disciplina mental.
Afortunadamente, los signos de puntuación de la Real Academia de la Lengua no son señales de tráfico: uno puede saltárselos. Las comas respiratorias deben situarse allí donde el escritor crea que ayudan a mejorar la fluidez del reportaje, no donde nos ordenan nuestros académicos.
paroxismo.
He aquí el prototipo de un esquema para un reportaje sobre la sequía. Lo hemos titulado “Peligro: España se va a convertir en un desierto”. Primera idea: la imagen. Un agricultor valenciano pasea por su finca y coge del suelo varias naranjas de color marrón oscuro. Las abre ante nuestros ojos, las aprieta y apenas caen unas gotas. Introducimos una declaración del agricultor. “He perdido toda mi cosecha.” Mira al cielo y no asoma ninguna nube. Segunda idea: situación general. Comentamos las estadísticas: baja pluviometría. Varios años de sequía. Declaraciones de expertos. De seguir así, en
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Cuarta idea: las soluciones. Trasvasar agua de los ríos caudalosos del norte hacia el sur; construir desaladoras; gastar menos agua en campos de golf; ahorrar en las ciudades… Declaraciones de expertos y de políticos. Quinta idea: el debate. Hablan los que están a favor y en contra de cada unas de las soluciones propuestas. Sus razones. Los costes económicos, políticos, sociales y ecológicos. Sexta idea: la solución más razonable y qué haría falta para ponerla en marcha. Cómo sería una España con mucha agua para cultivar las zonas de clima cálido. Imágenes de huertas rebosantes de frutos.
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No deseo terminar esta parte sin añadir algunos consejos de un maestro: —Una cosa es una historia larga, y otra, una historia alargada. —El final de un reportaje hay que escribirlo cuando vas por la mitad. —El lector recuerda más cómo termina un artículo que cómo empieza. —Es más fácil atrapar un conejo que un lector. —·Hay que empezar con la voluntad de que aquello que escribimos va a ser lo mejor que se ha escrito nunca, porque luego siempre queda algo de esa voluntad. —Cuando uno se aburre escribiendo el lector se aburre leyendo. —No debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo.
(Gabriel García Márquez)
DIEZ REGLAS DE ORO DEL PERIODISMO DE PRECISIÓN 1. Nada es obvio: todo hay que confirmarlo una y otra vez. Recordad lo que dicen los periodistas norteamericanos: “Si tu mamá te dice que te quiere, confírmalo por otra fuente”. Se debe tardar más en comprobar que en escribir. 2. No hay que fiarse de las noticias ya publicadas: si vamos a escribir sobre un suceso ya contado, hay que telefonear a alguna fuente para confirmar que eso fue lo que sucedió. 3. Repasar las cifras: la mente tiene la costumbre de saltarse las cifras. Un guarismo mal puesto nos hunde un reportaje. No es lo mismo 1.000 euros
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segundos para anunciarse en la radio. Si hubiese que escucharlos todos seguidos, tardaríamos más de siete días en hacerlo”. 8. Escribir bien los nombres en idioma extranjero aunque nos suenen a chino. Siempre habrá un extranjero que nos lea, y es mejor no causarle ataques de risa. 9. Encontrar la palabra correcta dentro de la expresión adecuada. “Cada palabra tiene su sentido propio y es semánticamente irremplazable”, dice el escritor checo Milan Kundera. 10. Evitar los adverbios de cantidad y de tiempo si no van acompañados de una aclaración. “Muchos”, “demasiados”, “muy pronto”, “muy tarde”
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A pesar de que parezca fácil, algunos periodistas escribirán un perfil prodigioso y otros contarán una vida más. ¿Dónde radica la diferencia? En la virtud de transmitir emociones, que es lo que logran los guiones de las grandes películas.
En realidad somos como un personaje de Baroja: “Aprendiz de todo, maestro de nada”. Pero nuestra virtud está en el dominio de cierta artesanía, la misma que nos ayuda a escribir de forma tan trepidante que hasta un catedrático de Filosofía o de Física se deleitará con nosotros y asentirá con satisfacción cuando lea las palabras que hemos escogido para explicar lo más complejo.
El mayor desafío de un perfil es concentrar en pocas líneas toda una vida. No hace falta empezar por el nacimiento. No es incluso lo más recomendable. Se podría justificar si ese momento tuviese ya de por sí una información relevante para denotar la vida del personaje.
Kant
nuestra razón es incapaz de ir más allá de esas certezas indudables que vemos afuera: de ahí hacia arriba creamos ilusiones, como Dios o la libertad. ¿Significa esto que no existen? Sí, porque son producidas por nuestra moral. Tenemos el deber de crearnos unas reglas, una esperanza. Todo ese sistema se llamó idealismo trascendental.
cada vez que asisten a una rueda de prensa, escuchan con docilidad y regresan con notas que vuelcan frenéticamente al ordenador. Pero cuando salen impresas al día siguiente, dejan al lector con la misma ignorancia que el día anterior. Si una empresa pierde dinero, ¿por qué ha sucedido? Si ha habido cambio de ministros, ¿a qué se ha debido?
Carmen Gómez dijo ayer ante el juez que el robo de la estola es culpa de la sociedad de consumo. Su defensa resulta difícilmente creíble, porque es como si una persona obesa culpara a los restaurantes de su gordura. Pero hay muchas personas que, como Carmen, sufren una irresistible compulsión a robar en los grandes almacenes, y los jefes de seguridad ya no saben si contratar vigilantes o psicólogos.
La filosofía tal y como se enseña en secundaria no sirve para nada [tesis]. Es casi imposible que unos adolescentes de dieciséis años puedan comprender la sustancia de Aristóteles cuando ni los maestros saben de lo que hablan. El filósofo Emilio Lledó reconocía hace poco que cuando era profesor de instituto estuvo enseñando durante diez años la filosofía de Kant sin entenderla [prueba]. Y es que nuestros maestros han olvidado cómo se enseñaba a filosofar en la antigua Grecia [tesis]. Los atenienses se reunían en la plaza pública, el ágora, para discutir de la muerte, la política, la verdad, la
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una opinión es un análisis sin pruebas, y un análisis es una opinión con pruebas.
epítetos.
en nuestras escuelas los profesores hablan y hablan, y si alguien les contradice, le toman manía. Encima, los alumnos españoles tienen muy desarrollado el sentido del ridículo, de modo que hablar en público es como exponerse al desnudo, a las críticas de los demás. No soportamos la humillación de meter la pata, y para evitar situaciones embarazosas preferimos sentarnos en las últimas filas, reírnos de los demás y cuidar que no se fijen en nosotros.
Por eso el analista debe preguntarse, antes de ponerse a escribir, qué quiere demostrar a los demás. El mejor método consiste en resumir en unas líneas cuál es nuestro objetivo, por ejemplo: “pretendo demostrar que si no descubrimos un sustituto del petróleo en cincuenta años, nos veremos obligados a emplear energía nuclear”; “pretendo demostrar que mientras más dinero se pague a un futbolista, menos rinde”, o “que el sistema sanitario europeo es mejor que el norteamericano”. Y así podríamos definir cualquier hipótesis, y hasta las más audaces deberían plantearse en estos términos. Y después,
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porque demuestra que detrás hay una mente brillante, no un vulgar pensador.
Las ideas que forman la madeja de la sociedad, igual que las grandes polémicas que la deshacen, nacen siempre por escrito, ya sea en la prensa o en los libros. La televisión se contenta con diseminarlas hasta el infinito.
Los que piensen que la entrevista es un género fácil son los que no saben hacer entrevistas. Creo que este género tiene dos reglas sencillas: que la entrevista sea original, y que el personaje se sienta (cabreado o agradecido) con ganas de decir algo de interés.
¿Hay alguna tabla de salvación a la que agarrarse en este naufragio de ideas originales? Yo creo que sí. Y consiste en educar el gusto por lo insólito y sorprender a los lectores. Una de ellas es muy sencilla: se trata de crear un estado del alma que nos prepare para “ver” y “escuchar” de forma diferente a como lo hacemos cada día, ver y escuchar de forma periodística. A eso me refiero. En dos palabras: dejarse sorprender como un niño.
Si la selección de balonmano ha ganado el mundial por primera vez en su historia, será una noticia que aparecerá en la portada de todos los periódicos al día siguiente. Pero imaginemos que alguien nos comenta lo siguiente: “Resulta que el entrenador que ha impulsado a esos chicos al estrellato es un joven que tiene un contrato que caducó el mismo día de la victoria. Ahora está en la calle”. “¿Cómo has dicho? ¿Me lo puedes repetir?” Insólito significa lo que no suele pasar, lo raro, lo poco habitual… lo que nos sorprende.
Preparar el sentido de la vista y del oído para captar cosas extraordinarias, diferentes, anormales, poco habituales… eso es desarrollar el sentido de lo insólito.
Quizá se debe a que nos hemos convertido en funcionarios. Cuando leo los periódicos me pregunto cuántas noticias provienen del instinto del periodista para lo insólito, y cuántas vienen de ruedas de prensa programadas con antelación, entrevistas pactadas de antemano o, simplemente, de sucesos que todo el mundo ha podido contemplar. ¿Es que nos hemos convertido en funcionarios? Parece una epidemia mundial, pues el especialista en medios de comunicación de The Washington Post, Howard Kurtz, comentaba hace años lo siguiente: “Neguémonos a llenar los periódicos de ruedas de prensa y actos
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Para dar con un buen enfoque creo que, antes que nada, hay que tener, como he dicho antes, capacidad de sobresalto, ingenuidad infantil, es decir, sorprenderse. Los enfoques pueden nacer de la reflexión, de la insólita ocurrencia (“¿os habéis fijado en que…?”) o de una conversación con otro periodista, generalmente el jefe de la sección. Si una mujer es elegida por su partido como candidata a presidenta de gobierno es una noticia muy importante, porque no es habitual. Pero si descubrimos que es la primera mujer en la historia de ese país en presentarse a ese puesto, entonces hemos dado un paso
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Lo que merece ser publicado no es lo normal, sino lo anormal.
La explicación de todo ello está en que el periodismo es una dimensión del conocimiento formulada en la categoría de lo exótico, lo pintoresco, lo llamativo, lo chocante, lo curioso, lo aberrante, lo marginal… Es decir, lo anormal, lo que no se da con frecuencia desde un punto de vista probabilístico.
“Si el perro muerde al hombre, no es noticia; si el hombre muerde al perro, sí es noticia”.
los periodistas somos cazadores de novedades.

