Estudiábamos las fuerzas de la naturaleza y las llamábamos los agentes a través de los que podíamos conocer a Dios como Padre y Madre y a la vez, como Espíritu y Materia. Estábamos en sintonía con los espíritus de las plantas, minerales, fuego, agua y aire. A estos los llamamos ángeles, y cada día y cada noche orábamos pidiéndoles gracia. Las estaciones cíclicas eran honoradas, al igual que la Madre Tierra y el Padre Cielo, a través de canciones, bailes y fiestas.