Carito Rendón Arango

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Unos querían ganarse, a base de plomo, la tierra y la riqueza que no les pertenecía, y otros deseaban sentarse en la silla grande. A nadie se le ocurría, o nadie tenía la voluntad, de juntar dos sillas para hablar sin balas y no moverse de ahí hasta lograr la paz. Con ese afán habían levantado en armas a un pueblo obediente y lo habían puesto bajo el mando de dementes que mataban sin distingos ni criterios de la más mínima ética y cortesía militar.
El murmullo de las abejas
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