Unos pocos meses antes, Cuvier había recibido unos bosquejos de un esqueleto que se había descubierto en las riberas del río Luján, al oeste de Buenos Aires. El esqueleto, de 3,6 metros de largo por casi 2 de alto, había sido enviado a Madrid, donde lo habían montado con suma laboriosidad. A partir de los dibujos, Cuvier había identificado a quién pertenecían (una vez más, correctamente): una suerte de perezoso de tamaño descomunal. Le dio el nombre de Megatherium, que significa «bestia gigante».