Conté esta historia en la radio, igual que conté la historia de los barrenderos que al salir el sol lavaban las manchas de sangre; la de los conductores de tranvías que hacían sonar sus campanas nerviosamente pero seguían entre las bombas; la de la muchacha del cuadro de la Telefónica llorando de miedo hasta que sus narices y sus ojos eran morcillas, pero manteniéndose en su sitio mientras los cristales de las ventanas saltaban a su alrededor en pedazos por las explosiones; la de las viejas mujerucas, sentadas, cosiendo a la puerta de sus casas en un pueblo del frente donde me había llevado
  
  ...more




