Palomaleca

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Me ardía la mente y me ahogaba la rabia contra aquella multitud llena de reverencias que se movía con remilgos de aristócrata, del buffet a las mesitas puestas a lo largo de la pared: todos muy afanosos en desprenderse del último olor de la «canalla» ruda, piojosa y desesperada que había cometido tantas atrocidades y que, incidentalmente, había defendido Madrid, cuando los otros lo abandonaron.
La forja de un rebelde
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