Palomaleca

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El cordelero, con su tienda olorosa de cáñamo, donde flota un polvillo que hace llorar los ojos y carraspear, y donde el patrón, hombre seco, de pulmones roídos, termina siempre sus tratos en la taberna de enfrente, para arrancar de su garganta los pelillos de la mercancía que le dan sed eterna.
La forja de un rebelde
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