los vecinos nos contaron que un aeroplano había volado bajo sobre Madrid desde el sur al norte, regando de bombas el camino. Había dejado un rastro de sangre desde la Puerta de Toledo a Cuatro Caminos. Por accidente o porque el piloto se guiara él mismo por los espacios abiertos entre las calles, la mayoría de las bombas habían caído en las plazas públicas y muchos chiquillos habían sido las víctimas. Esto fue el 7 de agosto de 1936. Aquella tarde y aquella noche, los fascistas recomenzaron a disparar desde balcones y buhardillas. Se hicieron centenares de detenciones y aquella noche se
  
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