Allí, detrás de aquella nube negra, llena de relámpagos, Brunete estaba siendo asesinado por los tanques llenos de ruidos de hierros, por las bombas llenas de gritos delirantes. Sus casitas de adobe se convertían en polvo, el cieno de su laguna salpicaba todo, sus tierras secas sufrían el arado de las bombas y la simiente de la sangre. Todo esto me parecía un símbolo de nuestra guerra: el pueblo perdido haciendo historia con su destrucción, bajo el choque de los que mantienen todos los Brunetes de mi patria áridos, secos, polvorientos y miserables como siempre han sido, y de los otros que
  
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