futuro nos parecía simple y claro. Lejos de los bombardeos me recuperaría inmediatamente. Mientras tanto, trabajaríamos en París para nuestro pueblo. A ella la aguardaba escribir innumerables artículos; a mí, historias humanas. Después volveríamos a España, a Madrid, y todo acabaría bien. Teníamos que estar en Madrid a la hora de la victoria, y estaríamos. Lo único que aún le dolía a Ilsa era que no habíamos podido quedarnos en Madrid, como era nuestro deber y nuestro derecho.




